CARLOS POLO
CEO de Perpetuall y profesor de la Facultad de Ingeniería
He tenido la suerte de estar un par de veces en Montecarlo, y claro, no he podido resistir la tentación: Los casinos de Montecarlo. Recuerdo mi paso por el del Hotel Fairmont como tremendamente relajada. Iba a jugar y era plenamente consciente de que iba a ganar.
No tenía duda alguna. Tenía una estrategia que, sin duda, me haría triunfar.
Mi propuesta era jugármelo todo al BlackJack. No creía en el azar de la ruleta, y prefería algo con algo con un componente mayor de estrategia y decisión humana. Pero primera sorpresa llegó en forma de apuesta mínima. No sabía que las mesas estaban categorizadas por apuestas mínimas. Las había muy interesantes en las que la apuesta mínima era de 500 €… Y otras donde la apuesta mínima era de 5 €.
Tomé asiento y comencé a apostar. Me sobresaltó un camarero me preguntó si quería tomar algo. Me atreví a pedir, aún a riesgo de pagar la bebida a precio desorbitado, ya que el resto de la mesa no dudó ni un momento en pedir su consumición. Al de unos minutos llegó la misma, coincidiendo con mi primer Black Jack. Abrigado por el entusiasmo pagué la ronda de toda la mesa, que ascendió a la friolera de 0 €. Las bebidas, mientras juegas, son gratis. Muchos os preguntaréis cómo acabo la noche. Pues fue perfecta, se cumplió lo que presagiaba mi plan. Lo perdí todo a lo largo de un par de horas y tras de un par de consumiciones.
Retorno de la inversión vs. Pérdida Permitida
Imaginad la historia si, en lugar de llegar al casino con mis 50 € y dispuesto a perderlo todo, fuerais con l a nómina recién cobrada porque necesitamos doblar esa cantidad para poder cubrir los costes familiares.
La situación nada tendría que ver con las mías. Pues es así como muchas compañías y emprendedores afrontan el lanzamiento de nuevos productos o la creación de nuevas empresas. Muy pocas veces acceden al mercado con un enfoque PP (Pérdida Permitida).
Lo hacen con un enfoque ROI. No concibo nada más «sobrecogedor» que lanzar al mercado un producto o servicio innovador, sin demanda por el momento, con un enfoque de gestión ROI. Es lo más parecido a ir al casino esperando doblar tu nómina para pagar tus gastos mensuales.
El estigma de la pérdida permitida
El problema es que puede parecer que, saber de antemano que vamos a perderlo todo, no motiva los más mínimo. De hecho puede llegar a estigmatizar al profesional más pintado. Sin embargo, coincidiréis conmigo en que la gestión de cualquier aventura empresarial, no se gestiona igual cuando esperamos un retorno que cuando tenemos asumida una pérdida.
El ROI requiere predecir, establecer un plan y luego garantizar la ejecución. Cualquier resultado que suponga una desviación de un 15%, será considerado incluso un éxito. Es decir, que si planeamos viajar a Bilbao a Moscú, una familia con dos hijos y con 5.000 € y llegamos con uno de los hijos y por 6.000 € un día más tarde, sería algo exitoso.
Sin embargo la Pérdida Permitida hace que el viaje se gestione diferente. Ni planes de negocio, ni de predicciones. Aquí se explora. Nada de desviaciones sobre lo programado. Aquí se intenta fallar rápido, aprender iterar y construir sobre lo aprendido.
La bebida gratis
Se me quedaba algo en el tintero. Qué perspicaces los empresarios del juego, que te dan de beber gratis. Y es que los borrachos, al final, ganan ese punto de valentía irracional que hacen que se pierda la consciencia de la Pérdida Permitida y al final acaben jugándose hasta la camisa. Maquiavélico. Al cambio, sería como drogar a los
clientes para arrebatarles el dinero.
Sin embargo nada más lejos de una realidad que nos acompaña a diario. Y no me refiero a los casinos. Eso mismo, hecho de forma inconsciente, se consigue con la cultura del subsidio. El emprendimiento innovador ha estado siempre subsidiado. Todo estupendo a priori y para gente con una Pérdida Permitida claramente definida.
Pero… ¿pudiera ser que subvenciones, ayudas y otras alabanzas acabaran por sumirlos en un etilismo que nos llevara a «jugarnos la camisa» en el casino?