Carlos Polo Gil. Alumni y Profesor de la Facultad de Ingeniería.
La vida está llena de problemas. Algunos son muy bien conocidos, pero otros siquiera sabemos de su existencia, aunque nos afecten. Simplemente subyacen en nuestra sociedad. Pero gracias a Dios, la vida nos ofrece soluciones. Algunas de ellas están muy bien definidas, las conocemos, son accesibles y baratas, pero también las hay desconocidas e inaccesibles.
Si estableciéramos los problemas en un eje Y, y las soluciones en un eje X, y las graduáramos entre bien conocidas y desconocidas, aparecerían cuatro cuadrantes [figura 1]. Hay personas que trabajan intentando resolver problemas poco conocidos sin saber muy bien con qué soluciones. Son investigadores de “bata blanca”. Son personas que trabajan en el primer cuadrante. Otros, por el contrario, intentan resolver problemas bien conocidos, como ese problema matemático que lleva 100 años planteado, con la esperanza de ganar ese premio del millón de dólares a quien lo resuelva, pero sin claras soluciones que utilizar a su alcance. Son personas que trabajan en el segundo cuadrante. Generalmente en estos cuadrantes no suele ser una buena idea crear empresas.
Hay un tercer cuadrante, el que conformarían el ámbito de los problemas bien definidos y también las soluciones accesibles. En este tercer cuadrante es donde nacen y se desarrollan la mayoría de las empresas que conocemos. Restaurantes, despachos de abogados, tiendas de ropa, etc. Nuestra formación empresarial, principalmente se ha basado en gestionar el lanzamiento y crecimiento de compañías en este cuadrante. Generalmente, el mantra de la gestión empresarial en este cuadrante ha sido el de “Medir, planificar, gestionar”.
Pero permítanme que les diga que planificar un negocio a medio o largo plazo sencillamente es una fantasía. Simplemente hay muchos factores que están fuera de nuestro alcance y que afectan a los negocios. Condiciones de mercado, competidores, clientes cambiantes, macro y microeconomía, etc. Sin embargo, escribir un plan de negocio es algo que está altamente arraigado en nuestra cultura empresarial. Si quieres solicitar una subvención necesitas un plan de negocio. Los consejos de administración quieren planes de negocio, los bancos, los accionistas, las subvenciones, incluso algunos proveedores estratégicos quieren ver tu plan de negocio. Escribir un plan nos hace sentir que tenemos las cosas bajo control.
Podríamos intentar cambiar el nombre a estos planes de negocio y llamarlos predicciones de negocio. Y es que a fin de cuentas no son sino eso, predicciones, fantasías. Eso quizás nos haría reflexionar sobre lo peligroso que puede ser convertir nuestras fantasías en planes de negocio. Es aquí donde se forjan los grandes fracasos empresariales. Los planes son normalmente planificaciones basadas en el pasado que intentan conducir nuestro comportamiento en el futuro. Esto es algo que má
s o menos puede funcionar bien en situaciones donde se conoce bien el problema a resolver y también las soluciones al mismo.
Pero nos queda un último cuadrante, aquel donde profesionales ingeniosos intentan, con soluciones al alcance de su mano -bien definidas y por tanto, generalmente baratas- resolver problemas difusos, mal definidos, subyacentes. Mucha gente puede pensar que simplemente pierden el tiempo. Que juegan. Pero nada más lejos de la realidad. Es aquí donde surgen compañías con capacidad de disrupción, con capacidad de hacer evolucionar la sociedad de forma rápida.
Un día alguien decidió poner un palito a un caramelo, crear una red social o gestionar un servicio de taxi desde un teléfono móvil, y ese día, nuestra forma de vida, en mayor o menor medida, cambió. Ese día, un emprendedor innovador descubrió un problema difuso, poco definido y por tanto mal resuelto, que subyacía en la sociedad. Propuso una solución al mismo y triunfó. Y cambió las reglas del juego.
Mirado de soslayo, esto podría ser simplemente una bonita anécdota de éxito empresarial. Pero nada más lejos de la realidad. Existe un cuadrante, el cuarto cuadrante, donde la predicción empresarial es una mala praxis, donde lo importante es probar rápido y aprender de los fallos, no esperar un retorno de la inversión sino tener clara cuál es la máxima pérdida permitida, un cuadrante donde lo importante no es enamorarse del producto o servicio creado, sino del problema a resolver. Un cuadrante donde un buen gestor jamás realizaría una planificación de su negocio en sus inicios.
Puede parecer que este cuarto cuadrante es un cuadrante de malos gestores, de profesionales canallas incapaces de escribir un plan de negocio. Pero no nos confundamos. La vida en el cuarto cuadrante tiene método y la supervivencia empresarial en el mismo suele ser sinónimo de cumplirlo a rajatabla. No tener un plan en el cuarto cuadrante, generalmente suele ser sinónimo de tener un buen plan.